Quizás uno de los grandes del arte en la modernidad haya sido para alcanzar su propia autonomía con respecto a otras facetas o ámbitos de quehacer humano, como la moral, la política. Como dice Furtwängler esta mañana, el arte no tiene que ver con los mercados, la democracia, el comunismo, el FMI, el IVA, las políticas de austeridad, etc.
La pregunta que nos hacemos después de escuchar las palabras de Furtwängler es la siguiente: ¿cómo desvincular todas estas circunstancias que rodean actualmente al mundo del arte de la propia obra de arte? A este respecto, ¿qué pueden pensar los músicos, los de atril, sobre la autonomía del arte cuando ven peligrar sus puestos de trabajo? Pero hablar hoy en España de autonomía es sinónimo de meterse en líos,
porque no sólo el arte busca la autonomía, sino hasta el propio
individuo, pasando por la patria... Quizás convenga repensar el concepto de autonomía para ver si podemos salir de este atolladero. Y en primer lugar, deshacernos de cualquier tipo de formalismo estéril, tipo constitucionalista, y del materialismo vulgar, tipo soberanista, ambos tan recurrentes.
He aquí el problema puesto de manifiesto por todos los artistas, de qué manera la obra de arte puede mantener su autonomía sin que por ello se vea afectada la realidad en la que está inserta en el sentido de no negar la autonomía del Otro. ¿Qué respuestas nos aguardan? La realidad tozuda nos ha mostrado que las dos soluciones puestas encima de la mesa han resultado ser ineficaces, una por derrochadora, y otra por excluyente. Esto en España se ve muy claramente. La izquierda progresista ha sido el ejemplo paradigmático de esa "política cultural" derrochadora que ha malgastado en todo tipo de festividades multiculturales. Y que decir de la derecha cobarde, pusilánime e inculta, aliada fiel del Capital. Ni que decir tiene que estas dos versiones casan muy bien, porque no hay nada más inculto que ser multicultural, y más derrochador que dejarse llevar por la doctrina del Capital. No es de extrañar que cuando hay un cambio de gobierno, y ya llevamos varias alternancias (González-Aznar-Zapatero-Rajoy), las cosas sigan de la misma manera a pesar de las continuos juegos de manos y malabarismos con los que tratan de embaucarnos los medios de comunicación de masas al servicio, que no quepa duda, del Capital.
Es habitual, hoy en día, tratar de superar este sin sentido en el que estamos sumergidos mediante un discurso ético dirigido al individuo concreto. ¡Tú eres el culpable!- dice la voz de la conciencia moral de la sociedad capitalista. Tú, director, tú, músico, habéis llegado a esta situación. Unos, habéis creído que la música sale de vuestra batuta; otros, habéis vivido por encima de vuestras posibilidades a la sombra de ese Dios, de ese director, que su único objetivo era el de perpetuarse en el poder. Pero, ¿quién es el que dice: tú? El Capital. Mientras, las orquestas de desmoronan entre EREs, IVAs... Sigamos con la autonomía.
He aquí el problema puesto de manifiesto por todos los artistas, de qué manera la obra de arte puede mantener su autonomía sin que por ello se vea afectada la realidad en la que está inserta en el sentido de no negar la autonomía del Otro. ¿Qué respuestas nos aguardan? La realidad tozuda nos ha mostrado que las dos soluciones puestas encima de la mesa han resultado ser ineficaces, una por derrochadora, y otra por excluyente. Esto en España se ve muy claramente. La izquierda progresista ha sido el ejemplo paradigmático de esa "política cultural" derrochadora que ha malgastado en todo tipo de festividades multiculturales. Y que decir de la derecha cobarde, pusilánime e inculta, aliada fiel del Capital. Ni que decir tiene que estas dos versiones casan muy bien, porque no hay nada más inculto que ser multicultural, y más derrochador que dejarse llevar por la doctrina del Capital. No es de extrañar que cuando hay un cambio de gobierno, y ya llevamos varias alternancias (González-Aznar-Zapatero-Rajoy), las cosas sigan de la misma manera a pesar de las continuos juegos de manos y malabarismos con los que tratan de embaucarnos los medios de comunicación de masas al servicio, que no quepa duda, del Capital.
Es habitual, hoy en día, tratar de superar este sin sentido en el que estamos sumergidos mediante un discurso ético dirigido al individuo concreto. ¡Tú eres el culpable!- dice la voz de la conciencia moral de la sociedad capitalista. Tú, director, tú, músico, habéis llegado a esta situación. Unos, habéis creído que la música sale de vuestra batuta; otros, habéis vivido por encima de vuestras posibilidades a la sombra de ese Dios, de ese director, que su único objetivo era el de perpetuarse en el poder. Pero, ¿quién es el que dice: tú? El Capital. Mientras, las orquestas de desmoronan entre EREs, IVAs... Sigamos con la autonomía.
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