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¿Ves el futuro? ¿No?... ¡Y mis cojones treinta y tres!


Pasa el tiempo y parece que seguimos en el mismo lugar. Hoy parece finiquitada toda posibilidad de ilustración, de un mundo mejor, donde primen las relaciones de libertad, fraternidad e igualdad entre las personas. El futuro, como la casa, hipotecado.  En esas estamos. Seguimos creyendo en el futuro, ese mesianismo que nos va a lanzar, por obra y gracia de nuestra naturaleza humana, más allá, a un paraíso terrenal. Y esa parece ser nuestra desazón, nos dejan sin futuro.
Pero conviene volver a plantearse el qué entendemos por futuro, si bien esa categoría, hoy tan en boca de todo el mundo, no es más que una palabra huera, un pasatiempo, un "mira ese elefante volando". El futuro: el vacío, la mierda, pero eso depende del estado de ánimo, porque ambos adjetivos remiten a lo mismo, a una misma sustancia amorfa.

La fisiología de la palabra futuro, su absoluta negatividad, se muestra en el propio uso que se hace de ella. Como la plastilina, puede ser modelada al antojo de la subjetividad. Así, para unos, la mierda sirve para justificar sus políticas, trabajamos para el futuro, nos dicen. Otros, presienten que las políticas impuestas por otros les van a privar de la propia mierda, de esa sustancia que, por su carácter amorfo, parece sugerir una amplia gama de posibilidades. Quiero el futuro, quiero la mierda, para poder hacer a mi gusto, desarrollar mi yoidad. Así, que hagas lo que hagas, vuelves al mismo sitio, siempre hay algún listillo que pone el dedo en la plastilina para romper tu figurita.

Verdaderamente, si consideramos que la vida humana es un continuo hacerse, el futuro se diluye. Pero cuando hablamos de hacer no nos referimos al sentido restringido que ha tomado hoy en día esa palabra, como trabajo remunerado, el sentido que le gusta dar "El Capital”. Bien, si en todo hacer humano hay una direccionalidad, ese rumbo no implica el ir a alguna parte, como un lugar concreto, y menos aún en busca de un ideal. El problema del hombre es la propia necesidad de ese movimiento dirigido que nunca tiene fin, que no tiene futuro, porque el futuro no es más que el espejismo creado por ese mismo movimiento, la pérdida de visión momentánea, ese momento de ruptura que nos apremia a enfocar de nuevo la mirada. 

El futuro, la mierda, ha perdido su condición de objeto sagrado. No es algo que se entrega a los dioses, no es algo que se deposita en el water, sino que por obra de la cosificación materialista que ha venido de la mano del capitalismo más radical y que ha convertido al dinero, no en un instrumento, sino en un fin en sí mismo -ya no es la naturaleza la que nos brinda la riqueza, riqueza que en un acto racional, de una praxis humana, es transustanciada en dinero, sino que es el propio dinero el que genera más dinero- hace que el futuro esté en boca de todo el mundo. A cualquier lengua le es lícito hablar de futuro. Pero preferible, antes de todo, hacernos la pregunta que ya se hacía el maestro García Calvo: Y luego, ¿qué?.

Y en clave de humor, el Capital se ríe de nosotros de la misma manera, siempre hay un engaño más sofisticado, hasta que nos demos cuenta que estamos jugando en su campo, con sus reglas.

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