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Apuntes sobre Bruno y el universo infinito... 3


LA PROPUESTA COSMOLÓGICA DE BRUNO
Aunque anteriormente ya hemos avanzado algunas características concretas del universo bruniano, conviene dar un repaso sumario de la propuesta cosmológica de nuestro autor. Como bien resume Sellés, el universo de bruniano sería un infinito compuesto por una multiplicidad de cosas finitas -que Bruno le llama mundos-, mientras que el infinito referido a Dios sería un infinito “total”[1]. Es importante la diferenciación que realiza Bruno entre mundo y universo, y para ello sigue los pasos sobre todo de la escuela epicúrea. Para Bruno, el universo es la región infinita, o sea, una región etérea infinita, donde se encuentran los infinitos cuerpos, como la tierra, la luna y el sol. El mundo sería cada uno de esos cuerpos compuestos por lleno y vacío, entendido ese vacío no como la nada, sino como un éter que no interviene en la composición de los cuerpos ni en su movimiento[2].
            Una vez establecida la diferencia entre universo y mundo, dado el carácter infinito de ese universo, de esa totalidad, es absurdo determinar un lugar concreto como el centro del universo. Así, en respuesta a los argumentos aristotélicos, el propio Bruno dice:
Porque  todos aquellos que establecen un cuerpo y una magnitud infinita, no establecen en ella medio ni extremo, y quien habla de la carencia, del vacío del éter infinito, no le atribuye peso ni ligereza ni movimiento ni razón superior, inferior o intermedia, y como sitúan además, en dicho espacio, infinitos cuerpos, como esta, aquella y aquella otra tierra, este, aquel y aquel otro sol, todos cumplen sus circuitos dentro de tal espacio infinito a través de espacios finitos y determinados, o bien en torno a los propios centros[3].
            Es imposible, por tanto, desde el punto de vista de lo infinito que se puedan utilizar categorías que pertenecen a un ámbito distinto, como es el de lo finito. Podríamos decir que la diferencia entre el universo infinito y el mundo finito es una diferencia basada en la perspectiva, por un lado la perspectiva de Dios con su mirada infinita y total, y por otro lado, la perspectiva del mortal, la del hombre concreto que es capaz de situar un centro  y a partir de ahí elaborar las categorías suficientes y necesarias para moverse en su mundo con cierta soltura. De tal manera que aquellos movimientos, pues, que existen en el universo, no implican diferencia alguna de “arriba” y “abajo”, de “aquí” y “allí” en relación con el universo infinito, sino en relación con los mundos finitos que están en aquél[4]. Así, las categorías que utilizamos desde la perspectiva del mundo en el que habitamos son del todo inservibles para determinar la posición privilegiada de cualquier elemento del universo porque son categorías parciales y no cabe utilizarlas a la hora de referirnos al universo en cuanto infinito. De hecho, refiriéndose a una categoría como la del peso, Bruno comenta que no llegará a haber un peso infinito en un solo sujeto e intensivamente, sino en innumerables sujetos y extensivamente[5].
            Por un lado tenemos una región extensa en la que se sitúan los infinitos mundos, cada uno de ellos ocupando su lugar sin que se estorben en sus movimientos eternos. Nos quedaría saber el cómo son capaces de moverse esos cuerpos porque,  abolidas las estrellas fijas, y todas las de los planetas, y desmentida la única fuerza que podía poner en movimiento ese mecanismo de relojería, surge con insistencia esa cuestión. Para Bruno, lo astros se moverían en el éter gracias a un principio activo interior, a un alma[6]. Ese alma sería “una" desde el punto de vista del creador, de Dios, mientras que desde el punto de vista de los mundos serían infinitas. Así:
Hay, por tanto, infinitos motores, así como hay infinitas almas en estas infinitas esferas, las cuales, como son formas y actos intrínsecos, en relación con todos los cuales hay un gobernante del que todos dependen; hay un primero, que confiere la fuerza del movimientos a los espíritus, almas, dioses, números y motores, y confiere la movilidad a la materia, al cuerpo, a lo animado, a la naturaleza inferior, al móvil[7].
Pero, para evitar pensar que esas almas guardan algún tipo de ordenación que recuerde a las esferas de la tradición aristotélico-ptolemaica, Bruno hace la siguiente puntualización: no hay un primer móvil al cual le sucedan en determinado orden el segundo y otros, hasta llegar al último, o bien hasta el infinito, sino que todos los móviles están igualmente próximos y alejados del primero y del primer y universal motor[8].
Por último, nos queda hablar del otro constituyente del universo, la materia. En este punto Bruno sostiene una posición atomista en la que se distinguirían cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Según predomine uno u otro elemento, el cuerpo será perceptible como tierra, agua, aire o fuego. Pero, nos queda la región etérea. Para Bruno el éter es el aire que se da en forma pura, sin mezcla con ningún otro elemento.
Como apunta Sellés, es evidente que la cosmología de Bruno, salvo por la idea de la infinitud del universo, tenía poco que aportar a la nueva ciencia que se estaba construyendo[9]. En cualquier caso, su obra es un buen ejemplo del clima renacentista que trataba, a marchas forzadas, de regenerar el mundo del pensamiento de la época ante los profundos cambios que se estaban produciendo.


[1] Sellés, Manuel, Op. Cit. Pág. 108.
[2] Bruno, Giordano, Sobre el infinito universo y los mundos, Op. Cit. Pág. 110 ss.
[3] Ibíd. Pág. 118.
[4] Ibíd. Pág. 119.
[5] Ibíd. Pág. 121.
[6] Sellés, Manuel, Op. Cit. Pág. 108.
[7] Bruno, Giordano, Sobre el infinito universo y los mundos, Op. Cit. Pág. 235 ss.
[8] Ibíd. Pág. 236.
[9] Sellés, Manuel, Op. Cit. Pág. 110.

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