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En torno a... "La filosofía de la nueva música" de Th. W. Adorno... 3


3. Schönberg y el progreso

Las formas del arte registran la historia de la humanidad más exactamente que los documentos.

Th. W. Adorno

Por lo dicho en las anteriores entradas, la música de Schönberg tiende a la homogeneidad extremas. Y es así como hay que entender el título del ensayo dedicado a Schönberg. Cuando Adorno concibe la música de Schönberg como progresista, la entiende no como una simple evolución necesaria y lineal de la música de la tradición Occidental, sino como un ejemplo, claro, donde se pone de manifiesto las contradicciones cada vez más exacerbadas de la sociedad de la época. Su música, en ese sentido, representa uno de esos polos, el que tiende a la homogeneidad, a la disolución de las jerarquías, a la nivelación más absoluta.

Desde este punto de vista, Adorno inicia el análisis de la música de Schönberg poniendo en claro el lugar que ocupan los materiales musicales en todo proceso compositivo. Los materiales musicales no son meros sonidos, más o menos articulados, que están a disposición del sujeto creador. Los materiales musicales, sus rasgos específicos, “son marcas del proceso histórico”1. En este sentido, los materiales imponen exigencias determinadas a los sujetos, exigencias en la medida de que los propios materiales son “espíritu sedimentado, algo preformado socialmente, por la consciencia de los hombres”2. Los materiales no están ahí para ser utilizados, ya sean naturales o artificiales, sino que se sitúan en una determinada constelación, orden o relación en torno a lo que Adorno llama “el estado general de la técnica”3. De tal manera que “la técnica en su totalidad exige de él [del material] que le haga justicia y le dé la única respuesta correcta que ella admite en cada instante”4.

Evidentemente, según lo dicho, parece que el material ejerce una fuerza tiránica sobre el compositor, pero esa tiranía, esa homogeneidad impuesta, sólo puede llevarse a cabo, tal como ya hemos señalado antes en otros contextos, por la potenciación de su contrario, la heterogeneización, de tal manera que, en palabras de Adorno, “para tal obediencia el compositor ha menester de toda la desobediencia, de toda la independencia y espontaneidad. Así de dialéctico es el movimiento del material”5.

Pero este movimiento dialéctico, según Adorno, “se ha vuelto contra la obra de arte cerrada y todo lo que esta comporta”6. Efectivamente, en las circunstancias históricas donde se desarrolla el nuevo arte, la idea de obra de arte cerrada, acabada, poco a poco va haciendo aguas. Sin duda, si tratamos de hacer un paralelismo entre los estados nacionales y el desarrollo del nuevo capitalismo transnacional, vemos que la autonomía estatal va cediendo poco a poco a la heteronomía de las leyes neoliberales -desregulación de los mercados, etc.-. Los Estados/nación ceden cada vez más a la idea del “estado mínimo”, es decir, se someten a lo que podríamos llamar un régimen de adelgazamiento, de carácter heterónomo. Pero este hecho, supone, además, la radicalización de la autonomía, es decir, la necesidad cada vez más imperiosa de “militarizar” la vida política para poder seguir manteniendo con vida el Estado. La vida pública, por tanto, sólo logra mantener viva la autonomía diluyendo ese ejercicio autónomo al mero acto del ejercicio del voto.

1Ibid. Pág. 37.
2Ibid. Pág. 38.
3Ibíd. Pág. 39.
4Ibíd. Pág. 41.
5Ibíd. Pág. 41.
6Ibíd. Pág. 41.

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