Querido amigo:
Supongo que te acordarás de
estas declaraciones. Y es que lo políticamente incorrecto sigue dando mucho que
hablar. Cuando se producen este tipo de declaraciones uno suele tener una
sensación ambivalente. Por un lado, si no mantienes cierta ceguera intelectual,
llegas a comprobar que todo lo dicho por esa mujer es una verdad como la copa
de un pino. Efectivamente, desde el punto de vista empresarial, tanto una
preñada como un inculto parado son elementos que distorsionan el
funcionamiento de cualquier maquinaria que se digne a considerar productiva. Por
eso el humanismo ilustrado, que pretendía salvar la deshumanización que traía
consigo el desarrollo del capitalismo, trató de instaurar unos mecanismos
eficaces, concretos, a base de leyes que defendieran los derechos de los más
vulnerables del sistema. Estos mecanismos, por supuesto, poco a poco se fueron
imponiendo no sin unas buenas dosis de sudor y lágrimas, pero eso ya es otro
tema.
Hoy en día, cuando el sistema
capitalista parece demostrar, contra la ceguera de algunos, que de la misma
manera que se posiciona como el sistema económico más productivo de todos los
habidos y por haber -y que conste que toda esa producción es por y para el
bienestar de ciudadano de a pie-, por otro lado muestra que esa euforia va
pareja a un aumento de la miseria y de la más aberrante deshumanización.
Es lo que en una “entrada sesuda” venía a resumirlo en el antagonismo entre lo plebeyo ascendente –el que la gente
pueda dar rienda suelta a sus cada vez más variadas disposiciones, por muy variopintas
que sean- y lo aristocrático descendente
–la necesidad de unas cada vez mayores legalidades para posibilitar lo
anterior. No es, por tanto, fácil descubrir en qué consiste la trampa. Sólo se
trata de ver que, conforme conseguimos más autonomía, se inicia un crecimiento
directamente proporcional de la heteronomía.
Es normal, que llegado el
momento, entre tanta autonomía, por un lado, y tanta heteronomía, por otro, la
vida se convierta en un “sin Dios” y salgan a relucir todo tipo de
contradicciones, como la que he iniciado esta misiva. Lo malo de todo esto
es que, como siempre, y como método que siempre se ha utilizado con fina
sutileza, y no tan fina en algunos casos, siempre pagan los mismos -¡tú mujer,
a la casa!, ¡y tú parado inculto, haber estudiado como todo el mundo! Tú ya
sabes, amigo, las nauseas que me produce el aplicar recetas ético-morales a
problemas ontológicos. Cuando lo que falla es una realidad ontológica, lo que
hay, o sea, el sistema capitalista y todas sus secuelas en todos los ámbitos de
la vida del hombre, no es posible salvar esa realidad a partir de una ética que
pertenece, de suyo, a esa misma realidad. Quiero decir, que la misma ética está
afectada del mismo problema. Los problemas ontológicos se solucionan con una
nueva ontología, con una nueva realidad. Por eso te vengo contando que hay que
posicionarse. Hablamos de trincheras y barricadas.
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