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La "querelle" y la música... 1


0. Orígenes y contexto.
Charles Perrault
La Querelle es uno de los acontecimientos más destacados que se sitúan en el inicio del proceso de autonomía de la Estética como disciplina. Tal como apunta el profesor Marchán Fiz en su La estética en la Cultura Moderna1, la Querelle nace cuando Charles Perrault, en una solemne sesión de la Academia francesa en 1687, abre el debate sobre lo antiguo y lo moderno, en definitiva, sobre la estética naciente, la estética ilustrada, que poco a poco se va afirmando ante la doctrine classique del siglo XVII. El testigo de Perrault fue cogido por la Enciclopedia y pronto se diferenciaron dos partidos, el de los antiguos, las gentes de Versalles, de la corte, y el de los modernos, de los “bellos espíritus de París”. Francia, como vemos, es el país elegido para tales disputas que se desarrollarán a lo largo de todo el siglo XVIII.
Lo que entra en juego en esta polémica son dos formas de entender el arte, que para los antiguos está emparentado con la razón metódica, con la matemática, lo verdadero y la perfección, y que para los modernos está unido al gusto, al individuo concreto, a lo particular.
Esta polémica no se mantuvo simplemente en el plano teórico, sino que inmediatamente saltó a las diferentes artes prácticas (arquitectura, pintura, teatro) que de alguna u otra manera vivieron de forma intensa esta lucha, mediante todo tipo de disputas.
La música no fue menos. De la mano del melodrama, se convirtió en un gran campo de batalla. Ya en los tiempos de Perrault comienzan las polémicas donde se van vislumbrando los temas y las razones antes apuntadas con relación a los antiguos y los modernos dentro del campo de la música. Hablo de la disputa entre los partidarios del melodrama italiano y los partidarios de melodrama francés. Para Fubini esta polémica presenta puntos de contacto con la querella de los antiguos y de los modernos y, además, no revela solamente un simple cambio del gusto, sino una alternativa estético filosófica nueva2. Ciertamente, y teniendo en cuenta que esta polémica se mantuvo durante más de un siglo, e incluso perduró hasta bien entrado el siglo XIX, no podemos pensar que se tratara un tema de modas pasajeras y puntuales, sino que la Querelle es la punta del iceberg de unos procesos de cambios políticos, sociales y culturales mucho más profundos que transformaron Europa y que tenían como bandera a la llamada Ilustración.
Siguiendo con Fubini3, el melodrama francés, que seguía las pautas marcadas por Lully, se mantenía fiel a la tradición basada en la seriedad y la sencillez de las reglas tradicionales y a los argumentos trágicos y mitológicos que tanto gustaban en los ambientes aristocráticos, mientras que el melodrama italiano, de carácter más popular, daba más libertad a la música en detrimento de la acción trágica. En la ópera italiana era más importante una bella melodía expresiva, que la construcción racional de acuerdo con reglas que se consideraban inmutables.
Lo que en un principio parecían ser unas disputas entre franceses e italianos, poco a poco va asomando el verdadero sentido que las estimulaba: la lucha entre entendimiento y sensibilidad. Y es que, aunque las fronteras del antiguo régimen se van difuminando y adaptando a los nuevos ideales ilustrados de universalidad, la polémica persiste, en una especie de mutación que aún mantiene cierto aroma del pasado: la sensibilidad de la opera bufa italiana y la racionalidad y artificio de tragedia lírica francesa.
Así, ya en el siglo XVIII, la tragedie lyrique (u ópera seria) simbolizaba el elemento de continuidad con el pasado, con el antiguo régimen, con las monarquías absolutistas, y la opéra comique (u ópera bufa) estaba destinada a representar el elemento de ruptura que abría una vía para reflexionar sobre todas esas novedades culturales y sociales que están transformando el mundo occidental.
Finalmente, la bomba estalló. En 1752 se representó en la Ópera de París, el teatro consagrado a la tragedie lyrique de Lulli, La Serva padrona, intermedio de carácter cómico compuesto por Pergolesi, a cargo de una compañía ambulante de ópera italiana. Su efecto fue clamoroso y abrió una profunda brecha en la cultura musical francesa que pasó a la historia como la querelle des bouffons. En los años siguientes ven la luz unos sesenta folletos de literatos, músicos y periodistas. La música francesa es defendida por los músicos profesionales, entre ellos Rameau, y por la parte más tradicional de la cultura teatral francesa, sobre todo la aristocracia. Entre los partidarios de la música italiana se encontraban el círculo de los iluministas como Rousseau, Diderot, que la consideraban la única capaz de inventar melodías agradables y naturales. Esta joven generación encontró en la música italiana la deseada naturalidad y la expresión espontánea del sentimiento frente a la antigua rigidez artificiosa barroca.
Pero vamos a analizar con un poco más detalle las aportaciones de diferentes autores sobre este asunto, en unos casos como precedentes y en otros como verdaderos protagonistas del suceso histórico. En primer lugar hablaremos de las ideas estéticas que dominaron en la Francia del siglo XVII para, poco a poco, ir viendo cómo se van transformando de la mano de los diferentes pensadores.
1Simón Marchán Fiz, La estética en la cultura moderna, Alianza Forma, 1992.
2Fubini, Enrico, La Estética Musical desde la antigüedad hasta el siglo XX, Alianza Música, Madrid,1995, p. 179.
3Cfr, Ibídem.

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