4. ROUSSEAU:
y el mito de la música italiana:
Si en un bando
encontramos a Rameau que, aunque sin pretenderlo, se había
convertido en portaestandarte del gusto clásico representado por la
ópera francesa, en el otro hallamos a la mayoría de los
enciclopedistas. Todos, podríamos considerarlos como simples
aficionados a la música1.
Este hecho los diferenció claramente de Rameau y, en cierto modo,
avivó las asperezas entre ambos bandos, el de los músicos
profesionales, conocedores concienzudos de su arte, y los amateurs o,
utilizando un término anacrónico, diletantes. Según Fubini estos
enciclopedistas actuaron más en calidad de críticos y de hábiles
polemistas que en calidad de teóricos y de filósofos a favor de la
música italiana2.
Entre los
teóricos consagrados del enciclopedismo encontramos la figura de
J.J. Rousseau (1712-1778). Ferviente admirador de la música italiana
por su melodiosidad, sencillez y su frescura frente a una música
francesa que la considera barroca y artificiosa. Pero lo más
significativo que encontramos en Rousseau es que un problema de
gustos (música italiana o música francesa) alcanza por primera vez
un fundamento teórico-musical y filosófico3.
En su Ensayo
sobre el origen de las lenguas4
concibe la música como canto, y en este sentido tiene un origen
paralelo con el lenguaje: las vueltas periódicas y reguladas del
ritmo, las inflexiones melodiosas de los acentos hicieron nacer, con
la lengua, la poesía y la música5.
Así, música y poesía tuvieron un mismo origen, un comienzo común,
y no sólo eso, sino que estaban unidas de manera íntegra para que
el hombre del pasado pudiera expresar los sentimientos de la manera
más perfecta. La lucha de Rousseau va en este sentido, el tratar de
restituir el canto melódico, el único capaz de recuperar la
capacidad expresiva de la música que se había ido perdiendo desde
los inicios, a lo largo de la historia, hasta la actualidad. Porque
para él no hubo otra música que la melodía, ni otra melodía que
el sonido variado de la palabra6.
Con estas
ideas, Rousseau no tiene más remedio que reconocer que la melodía y
la armonía son elementos contrapuestos. Ahí comienza la gran
polémica con Rameau. La armonía no es un elemento natural, es algo
creado por el hombre, una convención. Para Rousseau, el hombre trata
de sacar a la luz algo que la naturaleza por todos los medios
mantiene ocultas: sus leyes. En este sentido, la armonía representa
una especie de perturbación que altera la verdadera esencia de la
música, que es la expresión clara y natural de los sentimientos y
pasiones7.
La música no tiene que hacer explícita ninguna ley, sino, como
lenguaje, hablar de pasiones. La armonía despoja de energía y
expresión; desvanece o destruye multitud de sonidos o de intervalos
que no entran en su sistema8,
rompe con el movimiento melódico que al imitar las inflexiones
expresa las quejas, los gritos de dolor o de alegría, las amenazas,
los gemidos, todas las pasiones que se inscriben en su ámbito.
En
definitiva, Rousseau intentó encarecer la música siguiendo los
mismos pasos que Du Bos, revalorizando el sentimiento y
considerándola como el instrumento más adecuado para llegar con
mayor inmediatez al corazón del hombre.
1Cfr.
Fubini, Enrico, Los enciclopedistas y la música, Universidad de
Valencia, 2002.
2Fubini,
Enrico, La Estética Musical desde la antigüedad hasta el siglo XX,
Alianza Música, Madrid, 1995, p. 204.
3Cfr.
Ibídem.
4Rousseau,
J.J., FCE, México, 1984.
5Ibídem,
Cap. XII.
6Ibídem
Cap. XII.
7Cfr.
Fubini, Enrico, La Estética Musical desde la antigüedad hasta el
siglo XX, Alianza Música, Madrid, 1995.
8Rousseau,
J.J., Ensayo sobre el origen de las lenguas, FCE, México, 1984,
Cap. XIV.
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