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RAMEAU: La racionalidad de la música:En una época donde se tiende a separar los lenguajes del sentimiento, la emoción y las pasiones de los lenguajes de la razón y el entendimiento, aparece la figura de J. Ph. Rameau (1683-1764). En su faceta como teórico musical, su objetivo principal fue el de legitimar la música como lenguaje privilegiado. Esto ya lo encontramos en Du Bos, aunque para Rameau esta legitimación sigue una trayectoria diferente1. Para éste, la música es un lenguaje privilegiado debido a su racionalidad. Y es que los sonidos, la materia de la música, tienen un fundamento físico-matemático que le confieren un carácter eterno e inmutable. Rameau, siguiendo a Descartes —del que había leído el Discours de la méthode y el Compendium musicae— estuvo animado por la voluntad de hacer de la música, no solamente un arte, que ya lo era, sino una ciencia deductiva bajo el patrocinio de las matemáticas.Así, para Rameau, toda la riqueza de la música deriva de un principio físico-matemático único, los sonidos. Estos no son más que vibraciones mecánicas que, mediante leyes matemáticas, dan sustento a las consonancias y disonancias, los acordes, en definitiva a toda la armonía tonal clásica. Además, esta concepción racionalista de la música se complementa con un soplo de carácter místico y religioso, en el sentido de la música nos agrada porque expresa, a través de la armonía, el divino orden universal.
Estas ideas no congeniarán con las de su tiempo y terminaron por incluir a Rameau en el bando de la aristocracia conservadora, abanderada del gusto clásico del siglo XVII y defensora de la tradición lullista de la ópera francesa frente a la creciente intrusión de la ópera italiana. Así que pronto se verá arrastrado a participar en la querelle, aun sin sentirse obligado a tomar partido ni por la música francesa ni por la italiana, ya que piensa que el principio de la música es universal para todos.
Rameau, en cierto modo incomprendido, suponía que las diferencias entre cada una de las músicas residían en la melodía, la cual tiene que ver con el gusto particular, con las formas de expresión de cada uno de los pueblos, no con la razón universal. Por eso dio prioridad a la armonía, poseedora de reglas seguras e inviolables, mientras que la melodía la concibió como una mera expresión o manifestación de dicha armonía. A pesar de todo, los términos armonía y melodía se convirtieron en caballo de batalla de las discusiones y fueron utilizados en cada uno de los bandos: la música francesa se vinculó a la armonía y la música italiana a la melodía.
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Cfr. Fubini, Enrico, La Estética Musical desde la antigüedad hasta
el siglo XX, Alianza Música,
Madrid, 1995.
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