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En torno a... "España invertebrada" de José Ortega y Gasset... 2


2.

Pero, ¿qué es lo que aporta la fuerza de heterogeneización? En palabras de Ortega, “la potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común1. La gente vive en común por algo y para algo. Lo que nos interesa es que una nación se une no es para convivir bien, desde el punto de vista estático, sino que anhelan una forma de vida, hay un propósito que se comparte, lo que podríamos llamar una polarización, una tendencia. Y esa tendencia es de carácter aristocrático, porque va más allá de las preocupaciones menudas de las personas, pero no por ello es ajena a esas preocupaciones, sino que hace que esas preocupaciones tengan una direccionalidad, un sentido que es compartido, y por tanto, que articula la vida en común.

Y así es como nace el reino de España, como dice Ortega, al unirse las coronas de Castilla y Aragón. La unión de Castilla y Aragón no se mueve por ideales de convivencia que están ahí escritos, sino por construir un mundo, por dominar un mundo que anhelamos, que ansiamos. Y eso es lo que llama Ortega un proyecto sugestivo de vida en común. Y más concretamente: “la España una nace así en la mente de Castilla, no como una intuición de algo real -España no era, en realidad, una-, sino como un ideal esquema de algo realizable, un proyecto incitador de voluntades, un mañana imaginario capaz de disciplinar el hoy y de orientarlo, a la manera que el blanco atrae a la flecha y tiende al arco”2.

Por lo visto antes, nos puede parecer que la unidad es la causa y la condición para hacer grandes cosas, pero, y esto es decisivo, “es más interesante y más honda, y con verdad de más quilates, la relación inversa: la idea de grandes cosas por hacer engendra la unificación nacional”3. Y a falta de esas grandes cosas por hacer, España se sume en el más estricto particularismo, es decir, en un proceso de desintegración, donde las partes del todo comienzan a vivir como todos aparte. El particularismo, en este sentido, no es más que el reverso de un proceso de homogeneización, lo que sostiene el proceso de actualización de la homogeneización de la sociedad. Así, cuando falta la jerarquía, se impone la homogeneización, que se sustenta sobre su contrario, la heterogeneización, lo que Ortega define como particularización. “La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás”4.

Si duda, y en el caso de España, ese particularismo, esa heterogeneidad, no es sólo vinculable a catalanes o vascos. En esos casos el particularismo se ha hecho más agresivo, sin duda debido a su mayor fuerza económica (tecnológica), pero también es interesante percibir lo que Ortega llama “el nihilismo de Galicia y Sevilla”. El particularismo se manifiesta, por tanto, en el cuerpo social, con síntomas diferentes, de acuerdo con lo que podríamos llamar, en términos marxistas, la situación de las fuerzas reales de producción y reproducción técnicas. Por todo esto, el problema del particularismo no hay que buscarlo en sus expresiones particularistas, sino en la fuerza centrípeta, la del poder central, es decir, la fuerza heterogeneizadora ha perdido su “potencia”, su energía, y ha abierto paso a su contraria, la fuerza homogeneizadora, que a su vez se sostiene gracias a la potenciación de la heterogeneidad, es decir, el movimiento de particularización.

¿Qué significa, por tanto, la actualización de la heterogeneidad? Significa la imposición de una norma común, heterónoma, a unos elementos autónomos. Esa heteronomía, de carácter jerárquico, como hemos dicho antes, no anula a esos elementos autónomos, sino que los sobrepone en un nivel, en una dimensión, distinta. Y es Castilla, según Ortega, la que ejerce esa función en España: “Inventa Castilla grandes empresas incitantes, se pone al servicio de altas ideas jurídicas, morales, religiosas; dibuja un sugestivo plan de orden social [efectivamente, aquí cuando hablamos de orden nos referimos a jerarquía]; impone la norma de que todo hombre mejor debe ser preferido a su inferior, al activo al inerte, al agudo al torpe, el noble al vil”5. Así que no es casual que, a estas alturas del asunto, “Castilla ha hecho España y Castilla la ha deshecho”6.

1Ibíd. Pág. 40.
2Ibíd. Pág. 50.
3Ibíd. Pág. 52.
4Ibíd. Pág. 59.
5Ibíd. Pág. 61.
6Ibíd. Pág. 61.

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