Dialéctica
repertorialidad/disposicionalidad (esquema)
Toda
actualización repertorial lleva consigo una potenciación
disposicional. A este movimiento o tendencia le vamos a llamar
“aristocrático ascendente”, que se corresponde con el modo de lo
necesario. Por el contrario, toda actualización disposicional lleva
consigo una potenciación repertorial. A este movimiento le vamos a
llamar “aristocrático decadente”, y se corresponde con el modo
de lo posible.
Frente
a estos modos o movimientos que catalogamos como positivos, conviene
contraponer sus contrarios, los negativos, de tal manera que al
“aristocrático ascendente”, lo necesario, se le contrapone el
“plebeyo descendente”, el modo de lo imposible, y al
“aristocrático descendente”, lo posible, se le contrapone el
“plebeyo ascendente”, el modo de lo contingente.
Pensemos
esto un poco más:
- Movimiento aristocrático ascendente (lo necesario), y su contrario (lo imposible):
Que
todo repertorio se actualiza a partir de la potenciación
disposicional significa que un repertorio se sustantiviza (proceso
que denominamos como subjetivación
repertorial), es decir, pasa a ser algo
significativo en la vida del hombre cuando es sostenido, es
apropiado, por el propio hombre. Queremos decir con esto que un
clarinete, por ejemplo, existe en la medida en que un sujeto lo
convierte en una herramienta para un determinado uso, o sea, que si
ese clarinete no es usado, o no irrumpe en la vida de un sujeto -o de
todos los sujetos- con un fin concreto, es difícil que sea algo
tenido en cuenta. Sin esa subjetivación ese objeto, o idea, no
existiría. En términos modales, este movimiento se corresponde con
el modo de lo necesario, el movimiento creador de sentido, que
instaura orden, que impone jerarquía, que inventa repertorialidad.
En
el campo de lo social, este hecho parece más complejo, pero sin duda
se produce la misma apropiación, lo que sucede es que ahora ese
movimiento aristocrático no lo realiza el artista solitario que
subjetiviza unos materiales más o menos inertes, unos colores, unos
sonidos, etc., sino que es compartido por unos hombres que, en cierto
modo, someten a otros hombres. Es el momento en el que hablamos del
hombre aristocrático y de las masas.
A
este movimiento se le contrapone el plebeyo
descendente (lo imposible). La necesidad de
un movimiento antagónico (proceso que denominamos como
des-objetivación
disposicional) viene confirmada por el
hecho de que todo movimiento aristocrático ascendente no se
actualiza en una repertorialidad concreta así como así. El modo de
lo imposible, como fuerza antagónica de lo necesario, evita que lo
necesario se imponga para siempre, por la sencilla razón de que no
todo puede ser subjetivado, no todo puede ser apropiado por el
sujeto. Esta imposibilidad aboca al sujeto a la propia pérdida de su
objetividad. Nos situamos ante un ejemplo de esto cuando se dice de
un artista “que los materiales se les han ido de las manos, que ya
no sabe controlarlos, que es imposible que pueda dominarlos”, el
artista pierde cualquier poder, deja de ser eso, artista. Ni qué
decir tiene que, en lo que Lupasco llama estado psíquico, lo
necesario y lo imposible mantienen cierta estabilidad, queremos decir
que, en el momento que se instaura una repertorialidad dada, sucede
que se liberan unas fuerzas antagónicas que escapan a esa
repertorialidad que se impone, y por ello, su poder, el repertorial,
es, en cierto modo, efímero, en la medida de que está expuesto al
poder nivelador de lo imposible.
En
el plano social, ese movimiento antagónico tiene su reflejo en los
problemas que plantean las masas una vez que la fuerza aristocrática
ha conseguido agruparlas a la hora de estabilizar esos repertorios.
Normalmente, esas masas presentan movimientos que escapan al control
de sus dirigentes, movimientos caóticos ajenos a la repertorialidad
actualizada. Las élites, se dice, pierden el control sobre las
masas, son desbordadas por ellas.
- Movimiento aristocrático descendente (lo posible) y su contrario (lo contingente):
Que
toda disposición se actualiza a partir de la potenciación de lo
repertorial significa que una disposición se objetiviza (proceso que
denominamos como objetivación disposicional),
es decir, la vida del hombre pasa a ser algo objetivo, no es puro
impulso ni un mero movimiento disperso, es decir, que un hombre se
comporta como un hombre en la medida de que sus acciones se
objetivizan en un “tipo” de comportamiento. Sin esa objetivación
ese sujeto, o acción, no existe, no adquiere carta de ciudadanía.
En términos modales, hablamos de la categoría de lo posible. El
movimiento típico de lo aristocrático descendente es, ya no crear
sentido, sino vivir del sentido, vivir del orden, vivir de la
jerarquía, o sea, desarrollar su disposicionalidad a través de una
repertorialidad ya conquistada.
En
el campo de lo social, este hecho parece más complejo, pero sin duda
se produce el mismo proceso de tipificación, lo que sucede es que
ahora ese movimiento aristocrático no lo realiza el artista
solitario que objetiviza una manera de proceder, sino que es la
propia sociedad la que crea esos tipos, instaura distintos modos de
proceder que comprometen de manera transversal tanto al hombre
aristocrático como a las masas.
A
este movimiento se le contrapone el plebeyo
ascendente (lo contingente). La necesidad de
un movimiento antagónico (de-subjetivación
repertorial) viene confirmada por el
hecho de que todo movimiento aristocrático descendente no se
actualiza en una disposicionalidad concreta así como así. El modo
de lo contingente, como fuerza antagonista de lo posible, evita que
lo posible se imponga para siempre, por la sencilla razón de que los
tipos conformados por el proceso de objetivación disposicional nunca
son puros, sino que hay aspectos dejados a la “mano de Dios”. En
términos artísticos, esto sucede cuando se dice de un artista que
“no estabiliza su estilo, un día hace una cosa y otro otra, sin
saber con qué recursos optar”. Ni qué decir tiene que, en lo que
Lupasco llama estado psíquico, lo posible y lo contingente mantienen
cierta estabilidad, queremos decir que, en el momento que el artista
asume una repertorialidad dada, sucede que el propio artista, en el
uso de sus capacidades disposicionales, duda de que esa
repertorialidad sea la más productiva, la más idónea. El artista
no las tiene todas consigo, y ese no tenerlas hace que el poder de lo
disposicional sea efímero, en la medida de que está expuesto al
poder disgregador de lo contingente.
En
el plano social, ese movimiento antagónico tiene su reflejo en los
problemas que plantean los tipos una vez que la fuerza aristocrática
ha conseguido estabilizarlos, o sea, imponerlos. Normalmente, esos
tipos encuentran problemas a la hora de reaccionar a determinadas
situaciones, situaciones que van más allá de lo que la propia
tipología impone. Así, un modo de proceder puede mostrarse
ineficaz, incompetente, en un momento dado.
- Primer plano de la dialéctica repertorialidad/disposicionalidad:
En
los anteriores puntos hemos tratado a la repertorialidad y a la
disposicionalidad como entes independientes. Nos queda aplicar el
principio de la materia psíquica de Lupasco a la propia relación
antagónica entre repertorialidad y disposicionalidad. Resumimos de
manera esquemática las características de una y de otra:
- Repertorialidad: Afecta a cuestiones de estilo, modos de lo necesario y lo contingente.
- Disposicionalidad: Atañe a cuestiones de tipología e implica a los modos de lo posible y lo imposible.
Efectivamente,
estos dos polos se hayan en una relación de antagonismo estable, o
sea, en lo que dice Lupasco estado T: “ni potenciales ni actuales
entre sí, a medio camino, por así decirlo, entre la potencialidad y
la actualidad y, por tanto, en una contradicción, una ambivalencia
(según un término que está de moda) que los liga poderosamente y
los organiza según lo que yo he descrito brevemente como una tercera
materia”1.
1Lupasco,
Stéphane, Nuevos aspectos del arte y de la ciencia, Madrid:
Ediciones Guadarrama, 1968, Pág. 55.
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