1.
La
actualidad pública en España se caracteriza por un imperio casi
exclusivo del particularismo y la táctica de acción directa que le
es aneja.
José
Ortega y Gasset
El
proceso por el cual se desarrolla históricamente un grupo social,
como bien apunta Ortega, no se produce por dilatación a partir de un
núcleo, sino por incorporación. El proceso de incorporación lleva
consigo un cambio estructural, unos nuevos modos de relación, que
re-articulan los viejos elementos, que constituyen, en cierto modo,
la parte que asimila, con los nuevos, la parte asimilada. Suponemos
que la dilatación de un núcleo conlleva el ahogamiento de cualquier
otra forma ajena a ese núcleo, al igual que las células cancerosas.
En este sentido, y aquí Ortega es muy explícito, “entorpece
sobremanera la inteligencia de lo histórico que cuando de los
núcleos inferiores se ha formado la unidad superior nacional, dejan
aquéllos de existir como elementos activamente diferenciados”1.
Sucede que esas fuerzas sometidas, unificadas, en cierto modo
sublimadas, no se pierden, sino que se re-articulan en otra fuerza
superior que es capaz de darle un sentido “sobrepuesto”, es
decir, un sentido más allá de lo que su autonomía, su propia
fuerza, pueda imaginar. En otras palabras, las fuerzas inferiores se
ponen a trabajar para un objetivo superior a ellas, pero del que
también se benefician2.
Todo
esto es importante en relación al problema que tenemos entre manos,
el de la construcción de la nación, y más concretamente el de la
unidad nacional. Y aquí “es preciso, pues, que nos acostumbremos a
entender toda unidad nacional, no como una coexistencia interna, sino
como un sistema dinámico. Tan esencial es para su mantenimiento la
fuerza central como la fuerza de dispersión”3.
Nosotros ya hemos venido hablado de esto bajo los términos de
homogeneización y heterogeneización. En este sentido, todo proceso
de heterogeneización, o sea, la imposición de forma, de sentido, de
vida, es contra-restado por el proceso contrario de homogeneización,
de dispersión, de muerte. La heterogeneidad, por sí sola, llevaría
al caos, y la homogeneización, a la nivelación más absoluta.
Es,
por tanto, inevitable que cualquier grupo social, cualquier nación,
se mantenga en lo que Lupasco llama estado psíquico, o materia
psíquica, o sea, en una actualización parcial de los dos procesos,
el de heterogeneización y el de homogeneización. No es casual que
para Ortega “la energía unificadora, central, de totalización
-llámese como se quiera-, necesita, para no debilitarse, de la
fuerza contraria, de la dispersión, del impulso centrífugo
perviviente en los grupos. Sin este estimulante, la cohesión se
atrofia, la unidad nacional se disuelve, las partes se despegan,
flotan aisladas y tienen que volver a vivir cada una como un todo
independiente”4.
1Ibíd.
Pág. 35-6.
2Aquí,
evidentemente, podemos recurrir a la teoría de estratos de
Hartmann.
3Ibíd.
Pág. 36.
4Ibíd.
Pág. 37.
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