2. DU BOS: Hacia una revalorización del
sentimiento:
Como hemos dicho antes, el siglo XVII fue el siglo
de la razón. Pero este título también se le puede otorgar al siglo
XVIII1.
En realidad hablamos de dos razones diferentes. Esta diferencia la
podemos encontrar en el sentido que toma el término en cada uno de
estos siglos. Si en el siglo XVII la razón se asociaba a las normas
tradicionales impuestas por Dios y llevadas a la práctica en la
tierra por el rey, la razón del siglo XVIII es una razón crítica,
centrada en un individuo con capacidad para emitir juicios sobre las
cosas y/o acontecimientos que le rodean, sobre su vida y la vida de
la humanidad. Es una razón en la que el individuo se pregunta por el
porqué de las normas que, no hace mucho tiempo, se entendían
inmutables. Como dice Raymond Bayer, no se debía creer, sino que
había que estar seguro. Este espíritu crítico no tardó en
triunfar y en someter a prueba anteriores valores, creencias,
reconociendo que el mundo estaba lleno de errores que la tradición
garantizaba como verdades.
Además, esta nueva razón otorga un mayor
protagonismo a la sensibilidad. Y es que al centrarse en el individuo
concreto despliega el entendimiento a nuevos espacios más materiales
que tienen que ver con el deseo, con el sentimiento2.
En este sentido, en un intento de superar ese dualismo cartesiano que
tan fuertemente marcó el siglo XVII, el cuerpo deja de ser un
objeto.
Es en este contexto donde se encuadran las
aportaciones estéticas del Abate Du Bos (1670-1742) que se
despliegan en su libro Reflexiones críticas sobre la poesía y sobre
la pintura3.
Si, como dijimos antes, Descartes encuentra en el arte una finalidad
moral, para Du Bos la finalidad del arte es gustar4,
así que el instrumento más apropiado para juzgar es el sentimiento,
no la razón. Ésta nos puede ayudar a determinar el porqué una obra
artística nos gusta, pero para saber si nos gusta recurrimos al
sentimiento. Así, la obra artística no se debe juzgar, como hacen
los expertos, teniendo en cuenta la aplicación correcta o incorrecta
de las reglas técnicas concretas de cada arte, sino que son los
espectadores, guiados por los sentimientos, los que tienen la última
palabra. En este sentido, el arte más celebrado será ese que más
ha influido en los espectadores. En definitiva, es el placer la
medida del arte.
Según Du Bos, este placer que nos otorgan las obras
de arte se deriva del hecho de que éstas imitan objetos capaces de
producirnos pasiones y de conmovernos, aunque, como él mismo
reconoce, esa imitación es diferente en cada una de las artes. En
este sentido, Du Bos otorga un papel privilegiado a la música, ésta
se expresa mediante signos naturales mientras que la poesía, por
ejemplo, utiliza signos arbitrarios. Así, para él la música es el
arte más inmediato y directo de las pasiones. El músico imita los
tonos, acentos, suspiros, inflexiones de voz, en fin todos esos
sonidos con ayuda de los cuales la naturaleza misma expresa sus
sentimientos y pasiones5,
y, más aún, todos esos sonidos tienen una fuerza maravillosa para
emocionarnos porque son los signos de las pasiones, instituidos por
la naturaleza de la que han recibido su energía6.
En definitiva, la poesía, ni ningún otro arte, es capaz de
transmitir con tanta claridad los sentimientos y conmover el corazón
como la música.
Todo esto implica una revalorización de la música
como arte que tiene su efecto en la ópera. Los signos naturales de
las pasiones, que la música recoge y utiliza con arte para aumentar
la energía de las palabras cantadas, deben hacerlas [las palabras]
más capaces de emocionarnos7.
Esta frase tiene otras implicaciones que suponen un alejamiento del
pensamiento de Du Bos con respecto al de sus contemporáneos8.
Estos mantenían la idea de que la música, dentro del melodrama y
fuera de él, era un adorno, un simple embellecimiento para hacer más
agradable el texto poético. Desde esta perspectiva, la música no
hace nada más que entorpecer la verdad que quiere transmitir el
texto y poner en entredicho los parámetros de la razón y del orden
constituido. Este concepto de verdad es el heredado del siglo XVII
como ya hemos comentado en el punto primero del presente trabajo. Du
Bos antepone otro tipo de verdad; ya no hablamos de una verdad
racional, sino de la verdad de los sentimientos. Con sus palabras:
Hay en nuestras óperas una verdad, que consiste en la imitación de
los tonos, de los acentos, de los suspiros y de los sonidos que,
naturalmente, se adecuan a los sentimientos contenidos en las
palabras9.
Lo que se plasma en estos pensamientos es la
necesidad de una nueva mentalidad acorde con los nuevos tiempos que
ven como el orden social burgués, poco a poco, va minando las bases
de la monarquía absolutista10.
Una burguesía que ve con buenos ojos la libertad de expresión
espontánea de los impulsos individuales. En cierto modo, lo que Du
Bos pretende es salvar la ruptura entre el deber abstracto y la
inclinación placentera y para ello utiliza a la música, que de este
modo queda rescatada de la acusación de ser mero estímulo sensible
en calidad de lenguaje privilegiado de los sentimientos naturales.
1Cfr.
Bayer, Raymond, Historia de la Estética, FCE, 1965.
2Cfr.
Eagleton, Terry, La estética como ideología, Trotta, 2006.
3Du
Bos, Jean-Baptiste, Reflexiones críticas sobre la poesía y sobre
la pintura, Universidad de Valencia 2007.
4Cfr.
Bayer, Raymond, Historia de la Estética, FCE, 1965.
5Du
Bos, Jean-Baptiste, Op. Cit. Pág. 186.
6Ibídem,
p.186.
7Ibídem,
p.187.
8Cfr.
Fubini, Enrico, La Estética Musical desde la antigüedad hasta el
siglo XX, Alianza Música 1995
9Du
Bos, Jean-Baptiste, Reflexiones críticas sobre la poesía y sobre
la pintura, Universidad de Valencia 2007, Primera Parte, p. 187.
10Cfr.
Eagleton, Terry, La estética como ideología, Trotta, 2006.
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