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En torno a... "El Proceso" de Franz Kafka... y 4


4. El Abate y la culpa
Desde el punto de vista ontológico, ya hemos dicho que el sujeto, por el hecho de ser un hombre de carne y hueso, carga con una culpa primordial que venimos en llamar “pecado original”. Pero sería interesante descubrir cual es la relación del pecado original con la ley. Desde nuestro punto de vista, culpa y ley son dos caras de la misma moneda, de tal manera que, tanto lo uno como lo otro, no pueden ser dichos sin su contrario. El hombre, menesteroso por naturaleza, necesita la ley, y esa ley es fruto de su menesterosidad, de su pecado. Y como ese pecado está encarnado en el hombre de carne y hueso, evidentemente, la puerta de la ley es una puerta hecha para el propio sujeto, es una puerta personal. Y así es como el guardián de la puerta se dirige al hombre que quería traspasar el umbral de esa puerta: “esta entrada sólo está hecha para ti”. Por tanto, todo sujeto carga con su puerta, carga con su culpa. Pero todo esto, cuando hablamos de que cada sujeto soporta su ley, ¿no significa caer en el relativismo, en el todo vale?
La imposibilidad de traspasar esa puerta, la puerta de la ley, ya la hemos intuido en las anteriores entradas. Y esto ya nos puede hacer una idea del carácter de esa ley soportada por cada uno de nosotros, es decir, que esa puerta de la ley, lejos de remitir a una legalidad concreta (lo que hemos venido refiriendo como el estrato categorial y axiológico), y, por lo tanto, relativa, se refiere a la condición de posibilidad de la propia ley. En realidad, esa puerta no guarda nada, por eso es cerrada por el guardián una vez que el sujeto pierde la vida. Detrás de la puerta no hay nada, no hay ninguna norma, ni trascendente ni sin transcender. Ese es el gran secreto de la ley, ontológicamente hablando. Sólo a partir de esa caída, de esa contradicción encarnada, el hombre puede sostener todo el edificio ideológico-simbólico en el cual puede desarrollarse, vivir, como hombre. En sí, esa contradicción no es nada, es la nada, es sólo condición de posibilidad de la propia ley, pero para ello debe ser ocultada, guardada. Así, en el momento en el que el sujeto se empeñe en llegar a ese lugar, el de traspasar la puerta de la ley, la propia ley se le desvanece, o lo que es lo mismo, su vida misma. No más que lo que hemos dejado reflejado en torno a El Ángel Exterminador de Buñuel, es decir, el sujeto situado ante la puerta de la ley y su imposibilidad para poder traspasarla.
Aquí, y seguimos insistiendo en la relación entre ley y culpa, sería interesante recurrir a los términos actualización y potenciación, entendidos de manera dialéctica, como ya hizo en su tiempo Lupasco. Como hemos dicho, si el sujeto se empeña en traspasar la puerta de la ley, es decir, la ley se actualiza, esa actualización es sostenida por su misma culpa. La ley potencializa la culpa, o lo que es lo mismo, el sujeto es un sujeto que se siente culpable, y esa culpabilidad es la que sostiene la búsqueda de la ley, la única que redimirá sus pecados. Aquí, evidentemente, hablamos del sentimiento de culpabilidad desde un punto de vista ontológico, sentimiento interior que se encuentra más allá, o más acá, de la culpa concreta, de la falta. Esa es la característica del sentimiento de culpabilidad. Uno se siente culpable sin saber la causa de esa culpabilidad, sin saber en qué consiste esa culpa. La manera de encontrar esa culpa es la de encontrar la ley que determina su culpabilidad.

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