Desde
nuestra posición que viene plasmada en el sujeto entendido como
encarnación de una contradicción fundamental (comunidad/ley), el
problema ya manido, en cierto modo en desuso, de la izquierda y la
derecha adquiere un nuevo sentido. Entendemos, pues, que los términos
derecha e izquierda remiten a diferentes modos de enfrentarse al
problema que acarrea la diferencia misma, la contradicción
fundamental.
Por
un lado, el de derecha, que mira desde el lado de la comunidad (no es
casual que se autodefina como un defensor de la unidad de la nación),
se sumerge en esta comunidad a través del prisma de la ley (de la
universalidad) y la ve como una unidad armónica y orgánica. Por
otro lado, el de izquierda, que mira desde el lado de la ley (no es
casual que se autodefina como un defensor de la legalidad), se
sumerge en esta legalidad a través del prisma de la comunidad (de la
singularidad) y la ve como pluralidad.
Desde
el punto de vista de la relación entre ambos, para el de derecha, el
de izquierda es un intruso que trata de romper con esa unidad, esa
universalidad de la ley, mientras que para el de izquierda, el de
derecha es un intruso que trata de romper con esa pluralidad, esa
singularidad de la comunidad.
¿Qué
nos queda? ¿Toca hacernos de centro? No. La posición de centro
niega la propia contradicción, lo cual significa negar la propia
humanidad. Hablamos del centro post-ideológico que, desde nuestra
perspectiva, el de la lucha de clases como motor de la historia, no
es más que DECADENCIA, con mayúsculas. El centro post-ideológico,
y sus formas “Neocon”, son los principales peligros, tanto de la
derecha como de la izquierda.
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