Estimado
lector:
Esta
entrada es larga. Por lo demás, es un comentario a una reseña de mi
amigo Isidoro Villena. Como es evidente, lo suyo es leer antes la
reseña, pero no obligado:
En
cualquier caso, el texto está todo lleno de eso que podemos llamar
el problema del Otro, vamos, de cómo me las arreglo yo al
enfrentarme con el vecino, con el enemigo, con el Otro, el que sea.
Se vincula la actitud de los soldados con la educación que habían
recibido los alemanes antes de la guerra, los preceptos morales,
actitudes que vendrían a situarse en el ámbito de lo situacional:
“la
prueba empírica más potente de que la generación Hitler
Jugend
(criada en los años 30) había sido calada en lo más profundo de su
ser por el sistema educativo nacionalsocialista”.
Una moral que parecía estar muy enraizada en los soldados que, como
bien subrayas, eran ellos mismos los que se encargaban de controlar
al individuo: “los principales censores del individuo eran sus
propios compañeros”. En este contexto también se incluiría la
moral de la batalla. Bien, lo interesante de todo esto es lo que esa
moral llevaba a cuestas, cuales eran sus valores, y sus valores eran
los sabidos: “las
premisas racistas, de superioridad racial”.
Esos valores no incumbían sólo a los soldados, sino a sus
superiores, que de alguna manera, ciertamente como superiores, tenían
sus propias rutinas también sometidas a los dictados de los valores
morales hegemónicos. Lo interesante de todo esto es cómo se produce
una apropiación de ciertas categorías éticas, categorías que
nosotros también usamos y no por ello somos nazis, como el honor, el
valor, la disciplina, una apropiación a través de premisas como son
las que he dicho antes, las de superioridad racial1.
Pero, ¿qué
sucede cuando esta moral, este Yo conformado a través de unos años
de concienzudo adoctrinamiento, se topa con el Otro en el que esas
misma categorías morales, hablo de la disciplina, el valor, el
honor, son centrales, pero están sustentadas, apropiadas, a través
de otras premisas como pueden ser las ideas comunistas? Ciertamente,
hablan de lo mismo, pero no se entienden porque las categorías, que
sin duda son las mismas, están conformadas de manera distinta. Esta
es la verdadera relación entre el Yo y el Otro, y digo verdadera en
el sentido de que se descubre cual es el núcleo Real que sostiene a
una sociedad. El núcleo Real es fruto de una educación que ha
llevado más o menos unos cuantos años. Por eso, en cierto modo,
habría que volver la mirada un poco más atrás, al igual que
nosotros hicimos en relación al trabajo del desastre del 98, ver en
qué sentido, ya se estaba conformado un tipo de apropiación antes
de que el nacionalsocialismo entrara en el poder. Esta apropiación
no es algo que se haga gracias a un plan establecido, sino que las
acciones de los hombres, como es evidente, terminan haciendo un tipo
de historia. Retrospectivamente, vemos la historia como si todo
encajara, como si ya estuviera escrita (el principal problema del
marxismo ortodoxo), pero en realidad son los mismos sujetos con sus
acciones (o no acciones, que también es un modo de acción) los que
construyen la historia.
Aquí habría que
situar la frase de Horkheimer, esa que dice que quien no quiera
hablar del capitalismo no tiene derecho a hablar del nazismo (no se
si es literal, hablo de oídas). La historia del nazismo es parte de
la historia del capitalismo, pero eso no quiere decir que en el
capitalismo estuviera ya inscrito que su destino estaba abocado al
nazismo, sino que las decisiones de los sujetos concretos en ese
siglo XIX, y no sólo en Alemania, llevaron a ese callejón sin
salida que fue el nazismo, como también el fascismo en Italia, el
franquismo en España, el Stalinismo en la URSS, etc... y todas esas
variantes que se han dado, y se siguen dando, en países
“periféricos”.
Bueno, pero lo
que plantea el autor es el asunto de la “violencia extrema” que
se hizo patente en ese frente el Este, a diferencia del Oeste. Como
he insinuado antes, la causa podría estar en el choque entre
idénticas categorías: es como si uno se mirara al espejo y al verse
no se reconociese, sabe que es él, pero no se reconoce. Tanto el
alemán, como el Soviético, en realidad se ve reflejado en el Otro,
pero al no reconocerse se produce una especie de suspensión
simbólica, nada tiene explicación, y la actitud extrema de esa
suspensión simbólica es el romper el espejo, romper esa imagen no
reconocida, o sea, la violencia máxima, el exterminio del Otro. Y
este extermino, como no podría ser de otra manera, es inexplicable,
inexpresable.
Evidentemente, la
suspensión simbólica puede ser utilizada de forma creativa, es
decir, que no todo encuentro con el Otro debe ser considerado,
asumido, como un problema irresoluble. Aquí es donde entraría el
adoctrinamiento del que hemos referido antes. Así, podemos decir que
el encuentro con el Otro es personal, individual, y por ello, un
asunto disposicional (de intención), pero las herramientas que
tiene un individuo para superar esa suspensión simbólica son
sociales (situación). En el caso del nazismo, el adoctrinamiento
vino a brindar a los propios soldados de herramientas con las cuales
enfrentarse al Otro, y esas herramientas ya las conocemos.
Pero en este
punto nos preguntamos, ¿y el frente del Oeste? ¿No existe ese
encuentro con el Otro? Aquí volvemos a la frase de Horkheimer.
Efectivamente, la idea de sujeto que se inculcó en Alemania no
difería de la que impuso el liberalismo decimonónico, quiero decir,
que el nazi de aquella época tenía los mismos padres que el sujeto
liberal de las sociedades democráticas occidentales (Inglaterra,
Francia y EEUU). Lo que diferenciaba a los países occidentales del
nazismo no era la idea de sujeto, ambos tenían la misma, sino las
categorías que consideraban más importantes. Por ejemplo, los
occidentales consideraban la paz, el diálogo, la democracia, el
respeto, loa igualdad, etc., y habían colocado en un segundo plano
las de honor, disciplina, etc. Eso no quiere decir que esas
categorías no sirvieran en la vida diaria, sino que ocupaban un
lugar menos importante en relación al encuentro con el Otro. Por
ejemplo, un sujeto cualquiera se topa con el Otro, y como su sociedad
le ha enseñado a utilizar como primer recurso el diálogo, pues
utilizará el diálogo. Si ese encuentro con el Otro no resuelve los
problemas, pues utilizará las categorías que tenga en su bagaje, en
su mochila cultural.
Para explicar
esto con más detenimiento me centro en una frase de Zizek. El
filósofo esloveno llega a decir, y con esto nos retrotraemos a la
guerra franco-prusiano, que “el nazismo es cultura sin civilizar”.
¿Qué querrá decir Zizek con eso? Ni más ni menos que el nazismo
es la idea de sujeto liberal en toda su pureza, un sujeto tal como
era descrito por los pensadores anglosajones adalides del
liberalismo. Evidentemente, esos pensadores no pensaban que en la
realidad una cuestión como la de concebir la propiedad privada como
un derecho natural, como una esencia del hombre, podría llegar a los
extremos del nazismo, pero estaba ahí. Los anglosajones daban por
hecha una cosa, su civilidad. Eran hombres civilizados, educados, y
cuando hablaban de un derecho natural como el de la propiedad privada
hablaban de algo más, algo que no estaba escrito pero que se
suponía, como el valor en la “mili” -es lo que vengo en llamar
en mis últimos escritos como el plusvalor. Pero otras sociedades,
otros pueblos, o como queramos llamarlo, no tienen el mismo nivel de
civilización, de educación, y la imposición de una determinada
idea de sujeto puede acarrear importantes consecuencias. En este
sentido, Nietzsche fue el que vio con más claridad, si es que un
alemán de aquella época podía ver claro, el problema, y por eso
terminó huyendo, metafóricamente hablando, al Sur, huyó de las
nieblas espesas del anillo del Nibelungo y aterrizó en la Carmen más
mediterránea en busca de luz, claridad, de civilidad. Precisamente
fue Alemania la vencedora de aquella guerra franco-prusiana, la
guerra donde se enfrentaba la cultura (Alemania) contra la civilidad
(Francia): ¡qué “subidón”!
Como
es de suponer, la crisis económica vino a romper con todo ese idilio
y la cultura, tan trabajada, tan enseñada, vino a sacar su lado más
oscuro, porque la cultura, como tú muy bien dices del nacionalismo,
es como el veneno, es bueno en su justa medida. La cultura, que no es
más que una idea concreta de sujeto a la que se le van acoplando
categorías y valores, y el sujeto hegemónico en la Europa
decimonónica no era más que el sujeto liberal (Doctor
Fausto
de Mann viene a iluminar todo esto de lo que estoy hablando), la
cultura decía, despojada de toda civilidad, trae de la mano a la
barbarie. La barbarie asoma cuando la crisis pregunta: ¿qué es de
lo mio?, y bien que sabe uno que la crisis llega cuando llega, como
el agua de la lluvia. Aquí introduzco otra frase de otro marxista
que decía: “documentos de cultura, documentos de barbarie”.
Pero volviendo a
Horkheimer, la relación de los soldados alemanes con el frente del
Oeste era más civilizada, porque, en cierto modo, los occidentales
hablaban su mismo idioma, estábamos bajo el mismo paraguas cultural.
Lo único que nos diferenciaba era que nosotros éramos seres más
civilizados, más educados en los valores democráticos, cuestión
que los alemanes supieron aprovechar a su favor (pensar como entraron
en Francia) para entrar en Europa como “Pedro por su casa”, si me
permites la exageración.
Para
apuntalar esta idea, y ya en relación a la URSS, es interesante
considerar la idea rectora que dominó en los años de la revolución
socialista y que viene a confirmar lo que acabo de decir en torno a
la diferencia “cultural” (diferencia ontológica, en términos
filosóficos) entre los dos bloques, el alemán y el soviético. Digo
la importancia que se otorgó a la construcción del nuevo hombre
soviético. Una de las obsesiones (tareas) de los dirigentes
comunistas era la construcción de un nuevo hombre soviético, y bien
que lo construyeron, a base de sangre (aquí el libro Stalin,
obra de arte total
de Boris Groys viene a poner mucha luz, aunque sea un texto más
dedicado al arte). Imagina la situación, dos sujetos puros, sin
civilizar. Ya lo decía Ortega sobre el pueblo Ruso: como pueblo
joven, no necesita razones, sólo escusas. Y el alemán, ¿no era lo
mismo de joven? Y ahora el Islam, ¿no suena a la misma película?
Otro sujeto puro, sin civilizar, el Estado Islámico.
Pero, ¿qué es
lo que une todo esto? ¿No puede resultar un poco forzoso? En esto
días vengo insistiendo en mis escritos en una idea de sujeto como
encarnación de dos polos, el polo de la comunidad y el de la ley. El
individuo, el sujeto de carne y hueso, encarna esas fuerzas que, como
fuerzas, no son reales,pero que están ahí, se hacen reales sólo a
través de la encarnación en el sujeto de carne y hueso. Piensa en
La Tierra, con sus dos polos, esos polos existen en la medida de que
existe La Tierra. Sin Tierra no hay polos, pero la tierra tampoco
puede explicarse sin esos polos.
Con el sujeto,
con el hombre, contigo, conmigo, pasa lo mismo. Encarnamos la eterna
lucha entre la comunidad y la ley. Con La Tierra, o sea, con la
materia inorgánica, todo es muy fácil, pero con el hombre, con esa
materia espiritual, la cosa es mucho más compleja en el sentido de
que esa lucha entre comunidad y la ley es más difícil de explicar.
De hecho nuestra riqueza espiritual, piensa en todas sus
manifestaciones, como por ejemplo el diálogo que estamos
manteniendo, depende de esa relación hiper-compleja de los dos
polos.
Bueno,
a partir de ahí, aplicando la teoría del plusvalor de Marx, estoy
tratando de conectar los dos polos. Ya me he iniciado en algunas
reflexiones en torno a eso (puedes verlo en la serie Aproximación
estética a la teoría del plusvalor, y con más atino, pienso, en mi
última
entrada).
En este sentido, el principal problema de los estudios que se basan
en los paradigmas intuición
vs situación
es que parten de un enfoque dual: individuo vs comunidad. ¿Y la ley?
¿Y la idea? ¿Y el espíritu? La ley la asumen como integrada en
esos dos momentos. MI idea es la siguiente: es sujeto encarna dos
polos o fuerzas, que son la de la comunidad y la de la ley. El polo
de la comunidad, lejos de representar la universalidad, o sea, el
conjunto de todos los sujetos que conforman un grupo social,
representa la singularidad en el sentido de que toda comunidad está
compuesta por sujetos de carne y hueso. La comunidad es pura
singularidad, mientras que la ley es la universalidad, la idea, que
es precisamente el polo que une, que relaciona a toda esa
singularidad. Y esa unión entre la singularidad (la materialidad, el
sujeto de carne y hueso) y la universalidad (la ley abstracta, ideal)
está encarnada en el sujeto. Esa polaridad nunca es real por sí
misma, ni la singularidad ni la universalidad existen por si mismas,
sino que “son” en la medida de que hay un cuerpo, un sujeto Real
que las vive, lo mismo que La Tierra vive los dos polos. Por eso la
esencia del sujeto es la contradicción, en el se da tanto lo
positivo como lo negativo como fuerzas que se sostienen ellas mismas
y que no pueden sobrevivir solas. El sujeto las sostiene, y ellas
determinan al sujeto.
Por
todo esto, esta reseña me ha llamado tanto la atención, porque se
centraba en el propio sujeto que es el que vive esa contradicción.
Es evidente que el autor, como historiador que es, no se meta en
cuestiones filosóficas (ontológicas) de lleno, pero es muy de
alabar el que haya puesto el dedo en el verdadero problema, que no es
más que un problema del ser. En este sentido, me ha servido para
hilvanar ciertos aspectos que tenía en mente, que ciertamente me
ayudan a engrasar el esquema teórico que estoy elaborando.
Precisamente, el otro libro, el de Si
esto es un hombre
de Primo Levi también me ha impactado porque, aunque desde otra
perspectiva, trata del encuentro con el Otro. En este caso, cómo a
pesar de unas mismas condiciones (todos son presos, todos son un
simple número) esas diferencias culturales se manifiestan a través
del encuentro entre las categorías y valores morales que cada uno de
los presos poseen. Todo esto vivido, encarnado en los cuerpos de los
presos.
Y ya termino,
aunque dejo algunas preguntas que me había planteado, pero ya esta
entrada se a alargado mucho. En cualquier caso, dejo anotadas esas
preguntas, para tenerlas presentes:
- ¿Por qué una cultura impone como hegemónicas determinadas categorías morales y no otras?
- Sobre la polaridad Este/Oeste: ¿existe alguna clase de vinculación o paralelismo con la hoy existe entre el Norte y el Sur? ¿No estamos refiriéndonos al tema de la globalización, que, al igual que los frentes abiertos por los alemanes, depende del lugar donde te toque vivirla?
- Y la última, ¿no hablamos de un hecho muy postmoderno, siempre salvando lo que haya que salvar, el hecho del turismo de ejecución? “Muchos soldados, por mil causas puede ser, en su tiempo libre se acercaron a presenciar ejecuciones. Esa cercanía con el crimen y la brutalidad sigue quitando el sueño a los estudiosos y no estudiosos.” ¿Podemos encontrar una posible relación de este turismo de ejecución con el cine de catástrofes, de muchas muertes, de zombis? ¿No plantea el mismo problema, el encuentro con el Otro? ¿Es posible considerar esas manifestaciones “artísticas” como una manera civilizada del mismo turismo de ejecución?
1Anoto
la diferencia entre categoría y valor. La categoría
moral es de carácter abstracto, tiene un carácter formal. Esto
quiere decir que es anterior a cualquier contenido. En cierto modo
es contenido sedimentado, es decir, modos de comportamiento humanos
que están determinados por el hecho de ser humanos. Por ejemplo, el
honor, la valentía, como categorías, están relacionadas con las
actitudes ante los momentos de peligro. Los momentos de paz, es
evidente, que promueven actitudes distintas, las vinculadas a la
seguridad. El hombre es un ser menesteroso, así que esas categorías
morales están como inscritas en la naturaleza del hombre como
hombre, sea cual sea. Otra cuestión es la concreción de esas
categorías. En este momento hablaríamos de valores, porque se
concretan en formas determinadas de “entender” la valentía, el
honor, etc. Esos valores ya no son contenidos sedimentados, sino
contenidos que se añaden, contenidos ideológicos, que se
incorporan al hombre a través del contexto socio-político que le
toca vivir.
Comentarios
Y entonces te dices a ti mismo: Eso mismo pienso yo.
TURURÚ. Ojalá hubiera pensado eso yo. Si lo hubiera pensado lo hubiera escrito sin dudarlo.
Chascarrillos aparte, estoy seguro de que al Dr. Römer le hubiera gustado incorporar algunos delos párrafos que tu acabas de escribir aquí. Son buenísimos, y completan (no es que complementen, porque aportan algo nuevo al discurso del autor) la panorámica del debate Intención vs Situación.
Esto:
"Si lo tratamos como un individuo autónomo responsable de sus acciones (paradigma de la intención), su comportamiento se nos ofrece como determinado psicosocialmente (paradigma de la situación), mientras que si lo tratamos como ya determinado psicosocialmente, su comportamiento se nos ofrece como autónomo."
Otra vez lo defines de forma magistral aquí: "Así, podemos decir que el encuentro con el Otro es personal, individual, y por ello, un asunto disposicional (de intención), pero las herramientas que tiene un individuo para superar esa suspensión simbólica son sociales (situación)."
Y al final en tu teoría: "MI idea es la siguiente: es sujeto encarna dos polos o fuerzas, que son la de la comunidad y la de la ley. El polo de la comunidad, lejos de representar la universalidad, o sea, el conjunto de todos los sujetos que conforman un grupo social, representa la singularidad en el sentido de que toda comunidad está compuesta por sujetos de carne y hueso. La comunidad es pura singularidad, mientras que la ley es la universalidad, la idea, que es precisamente el polo que une, que relaciona a toda esa singularidad. Y esa unión entre la singularidad (la materialidad, el sujeto de carne y hueso) y la universalidad (la ley abstracta, ideal) está encarnada en el sujeto. Esa polaridad nunca es real por sí misma, ni la singularidad ni la universalidad existen por si mismas, sino que “son” en la medida de que hay un cuerpo, un sujeto Real que las vive, lo mismo que La Tierra vive los dos polos. Por eso la esencia del sujeto es la contradicción, en el se da tanto lo positivo como lo negativo como fuerzas que se sostienen ellas mismas y que no pueden sobrevivir solas. El sujeto las sostiene, y ellas determinan al sujeto."
Me has ayudado a acotar y resolver el problema: tu esquema explica la relación Situación vs Intención.
No dudo de que tu conoces perfectamente cómo se las gastaban en la URSS de los años 30. Para conocer un poco más al soldado de la URSS que fue a luchar en la Gran Guerra Patria , tenemos algunos libros interesantes. Seguro habrá más, pero que yo conozca:
La guerra de los Ivanes: El ejército Rojo (1939- 1945). Catherine Merridale. Ed. Debate (2007)
Why Stalin's soldiers fought: The Red Army's military effectiveness in World War II. Roger R. Reese. University Press of Kansas (2011)
¡Ya es un logro tener un título en español! No he leído ninguno de los dos, pero ambos son historiadores reputados. Y, por supuesto, las fuentes primarias que usan no son escuchas como en el caso de la reseña de Kameraden.
La frase de Zizek, “el nazismo es cultura sin civilizar”, cuando menos , me da mucho que pensar, me deja en suspensión, sin saber para dónde tirar. Sobre el nacimiento del nazismo, fascismo y demás, no sé que decirte. No soy un experto en el tema, pero me atrevería a decir que con la interpretación que tu das estás tirando un poco de "marxismo ortodoxo", como lo has definido tu. ¿Cuándo leeré el Doktos Faustus? No lo sé. Ojalá pronto.
A esto: "Y el alemán, ¿no era lo mismo de joven? Y ahora el Islam, ¿no suena a la misma película? Otro sujeto puro, sin civilizar, el Estado Islámico." Yo te respondería, ¿y el americano en el siglo XIX ? ¿No era un pueblo joven, y sin embargo no adoptó un comportamiento como el Islam o el alemán? Quiero decir, buscar la regla a partir de esos dos casos... no lo veo.
Sobre esta pregunta: "Sobre la polaridad Este/Oeste: ¿existe alguna clase de vinculación o paralelismo con la hoy existe entre el Norte y el Sur? ¿No estamos refiriéndonos al tema de la globalización, que, al igual que los frentes abiertos por los alemanes, depende del lugar donde te toque vivirla?" Relacionado con algo parecido a estas divisiones que había, hubo y habrá, el historiador hispanista Joseph Pérez habla, muy acertadamente según creo yo, de una tendencia que comenzó en el siglo XIX, que se asentó en el XX y que hoy continúa, y según la cual los pueblos anglosajones serían superiores a los latinos. No siempre fue así, y con echar mano un poco de la Historia ya bastaría para deshacer la regla, pero la mayoría de las personas hoy día piensan eso.
"¿Es posible considerar esas manifestaciones “artísticas” como una manera civilizada del mismo turismo de ejecución?"
En este sentido, un aspecto que veo claro es que El hábito hace al monje. Y a base de convivir con violencia, te acostumbras, y cuantas más vivencias violentas se tengan, mayor será la tolerancia a la misma. Es una de las tesis que Felix Römer demuestra en su libro a partir de las transcripciones de las escuchas.
Querido amigo Rafa, espero seguir disfrutando en adelante de nuestras conversaciones interdisciplinares, que aportan puntos de vista nuevos, y ayudan a pensar, incluso en el mundo del mensaje corto del twitter y facebook.
¡Un abrazo!