
A pesar de todo, hubo un
momento en el que al compositor parecían marcharle bien las cosas. Por un lado,
en el año 1932 Stalin proclama que la vida está mejorando, admite que el
socialismo se ha impuesto en todas las instituciones políticas, económicas,
sociales, culturales, y que, en cierto modo, el periodo de transformación
social ha concluido. Sólo queda entonces la tarea de construcción del
socialismo sobre las bases del nuevo hombre soviético. En ese contexto, el 23
de abril del mismo año Stalin disuelve por la vía administrativa todas las
asociaciones culturales proletarias de escritores, pintores, arquitectos y
músicos. Según Groys, este decreto del
Partido, que tenía como objetivo poner fin a la lucha de fracciones “en el
frente del arte y la cultura” y someter toda la práctica cultural soviética a
la dirección del Partido, inaugura formalmente una nueva etapa –la estaliniana-
en la vida cultural del país[2].
Shostakovich, y gran parte de la intelectualidad del momento, en un
principio vio con buenos ojos ese cambio ya que se libraba de la parasitaria
RAPM, organismo que había acabado monopolizando el mundo de la música con los
recursos del acoso político. Por otro, el éxito de su ópera Lady Macbeth de
Mtsensk estaba siendo abrumador.
Llevaba dos años manteniéndose en el cartel y las críticas tanto dentro como
fuera de la URSS eran excelentes. Pero todo esto fue una ilusión pasajera. Fue
el 26 de Enero de 1936 cuando Stalin y su comitiva asistieron al teatro donde
se representaba Lady Macbeth. Ni siquiera esperaron el desenlace del drama. Dos días después
salió el famoso artículo del Pravda titulado Caos en vez de música[3].
Shostakovich estaba en el punto de mira del régimen. A partir de ahora tendría
que tener cuidado, el compositor estaba inmerso en un juego que podía acabar
mal.

No es nuestro propósito el
sumergirnos en cuestiones políticas, pero conviene señalar con el fin de
clarificar nuestro enfoque que lo que Stalin asume para su país es un programa
muy claro, el mundo se divide en dos: nosotros los socialistas, y ellos los
capitalistas, un programa que hemos tenido vigente hasta hace relativamente
poco tiempo, hasta la caída del muro de Berlín, y que venía representado por
una política concreta: el socialismo en un sólo país. Ese programa
hegemónico impondrá las coordenadas interpretativas, los sentidos de los
diferentes acontecimientos, no sólo políticos, económicos y sociales, sino
también los artísticos. Pero veamos en qué consiste eso del programa.
[1] Cfr. Fay, Laurel E., Shostakovich: a live, Oxford
University Press, 2000, New York. Sin duda, el trabajo
de referencia en castellano es el de Krzystof, Meyer, Shostakovich. Su vida, su obra, su época. Madrid: Alianza Música,
1997.
[2]
Groys, Boris, Op. Cit. Pág. 79.
[3]
El citado artículo es recogido por Gianfranco Vinay, Op. Cit. Pág. 134-136.
[4]
Cfr. Vinay, Gianfranco, Op. Cit.
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