Corrían los primeros años de la
década de los treinta. Shostakovich, a la misma vez que asumía “los deberes del
compositor soviético”, renunció a participar durante cinco años en las comisiones
de la RAPM, asociación rusa de los compositores proletarios que acabó
convirtiéndose en el instrumento de la política cultural del partido
bolchevique en la década de los 20´[1]. Lo que
parecía mantener oculto era el hecho de que ya se había puesto manos a la obra
en la composición de una nueva Ópera, Lady Macbeth de Mtsensk, un
proyecto que estaba desarrollando al margen de las directrices de cualquier
comisión u órgano de planificación. Su interés era trabajar en un proyecto sin
verse comprometido por ningún organismo, trabajar con libertad. En los últimos
años se había visto obligado a hacer trabajos de dudosa calidad, encargos que,
si bien le hacían guardar las apariencias ante las políticas cada vez más
opresoras de la propaganda vulgar y soez de la RAPM, a la vez iba perdiendo el
crédito conquistado con su Sinfonía nº 1.
La élite musical rusa, con Prokofiev y Miaskovski a la cabeza, y la élite
occidental, pensaban que nuestro compositor no terminaba de sacar a relucir, de
una vez por todas, todo su talento.
A pesar de todo, hubo un
momento en el que al compositor parecían marcharle bien las cosas. Por un lado,
en el año 1932 Stalin proclama que la vida está mejorando, admite que el
socialismo se ha impuesto en todas las instituciones políticas, económicas,
sociales, culturales, y que, en cierto modo, el periodo de transformación
social ha concluido. Sólo queda entonces la tarea de construcción del
socialismo sobre las bases del nuevo hombre soviético. En ese contexto, el 23
de abril del mismo año Stalin disuelve por la vía administrativa todas las
asociaciones culturales proletarias de escritores, pintores, arquitectos y
músicos. Según Groys, este decreto del
Partido, que tenía como objetivo poner fin a la lucha de fracciones “en el
frente del arte y la cultura” y someter toda la práctica cultural soviética a
la dirección del Partido, inaugura formalmente una nueva etapa –la estaliniana-
en la vida cultural del país[2].
Shostakovich, y gran parte de la intelectualidad del momento, en un
principio vio con buenos ojos ese cambio ya que se libraba de la parasitaria
RAPM, organismo que había acabado monopolizando el mundo de la música con los
recursos del acoso político. Por otro, el éxito de su ópera Lady Macbeth de
Mtsensk estaba siendo abrumador.
Llevaba dos años manteniéndose en el cartel y las críticas tanto dentro como
fuera de la URSS eran excelentes. Pero todo esto fue una ilusión pasajera. Fue
el 26 de Enero de 1936 cuando Stalin y su comitiva asistieron al teatro donde
se representaba Lady Macbeth. Ni siquiera esperaron el desenlace del drama. Dos días después
salió el famoso artículo del Pravda titulado Caos en vez de música[3].
Shostakovich estaba en el punto de mira del régimen. A partir de ahora tendría
que tener cuidado, el compositor estaba inmerso en un juego que podía acabar
mal.
Dos años antes, el mismo año
que vio la luz la citada ópera. Se desarrolló el Primer Congreso Pan-ruso de
Escritores Soviéticos donde se afirmó el principio del realismo socialista. A
partir de ese momento toda obra artística iba a ser mirada con lupa a través de
ese principio definido de una manera muy general por Zhdánov en ese mismo
congreso. El realismo socialista
pasaba a ser el método mediante el cual la propia obra de arte, como
representación veraz y concreta de la realidad, debe servir como vehículo para
la transformación de la sociedad y la educación de los trabajadores en el
espíritu del socialismo[4].
No es nuestro propósito el
sumergirnos en cuestiones políticas, pero conviene señalar con el fin de
clarificar nuestro enfoque que lo que Stalin asume para su país es un programa
muy claro, el mundo se divide en dos: nosotros los socialistas, y ellos los
capitalistas, un programa que hemos tenido vigente hasta hace relativamente
poco tiempo, hasta la caída del muro de Berlín, y que venía representado por
una política concreta: el socialismo en un sólo país. Ese programa
hegemónico impondrá las coordenadas interpretativas, los sentidos de los
diferentes acontecimientos, no sólo políticos, económicos y sociales, sino
también los artísticos. Pero veamos en qué consiste eso del programa.
[1] Cfr. Fay, Laurel E., Shostakovich: a live, Oxford
University Press, 2000, New York. Sin duda, el trabajo
de referencia en castellano es el de Krzystof, Meyer, Shostakovich. Su vida, su obra, su época. Madrid: Alianza Música,
1997.
[2]
Groys, Boris, Op. Cit. Pág. 79.
[3]
El citado artículo es recogido por Gianfranco Vinay, Op. Cit. Pág. 134-136.
[4]
Cfr. Vinay, Gianfranco, Op. Cit.
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