
Hay un aspecto importante de este
cierre operacional de carácter orgánico que desarrolló el estalinismo, es el
hecho de que esta circularidad entre socialismo y políticas socialistas tiene
como consecuencia el surgimiento de la diferencia entre sistema y su entorno.
En palabras de Luhmann, las operaciones
que pueden conectarse entre sí conforman el sistema. Aquello que queda excluido
pasa a ser el entorno del sistema[3].
Hablamos de un paisaje de carácter orgánico donde todo lo que no cumple con las
leyes de ese organismo, que en nuestro caso es el Estado socialista soviético,
es tachado de intruso, de virus, de elemento capaz de acabar con la integridad
de ese cuerpo social orgánicamente conformado. Esta división tajante entre lo
propio y lo extraño tendrá unas consecuencias decisivas en relación a los
artistas.
Para el artista soviético
había, pues, dos caminos. O se acataba los dictados del Partido, o sea, o se
está con el pueblo con todas las consecuencias, su trabajo debía servirlo y
ensalzar sus ideales, o sea, la doctrina socialista, o se estaba en contra, lo
que suponía el destierro en Siberia o la muerte. Los artistas fueron sometidos
a las más aberrantes pruebas de compromiso político. Suerte tuvieron los que
lograron escapar por aquellos años 20', como Stravinsky, que supo ver los
peligros que se avecinaban. Por lo que sea, Shostakovich no tomó el mismo
camino.
Por lo tanto, a partir de ese
programa general, socialismo contra capitalismo, se fueron elaborando programas
más específicos que iban llenando de contenido la forma: exaltación de los ideales socialistas,
glorificación de las conquistas realizadas por éste, etcétera. Y esto acarreó
importantes consecuencias estético-musicales. En palabras de Vinay, las consecuencias más importantes de este
hecho fueron la neta predilección por los géneros escénicos (óperas, ballet,
películas), de celebración (cantatas, sinfonías en el espíritu del poema
sinfónico) y por la música programática, idónea para servir de vehículo de un
contenido ideológico[4].
Ni qué decir tiene que ese contenido ideológico era impuesto por el partido y
que se basaba en el rechazo frontal de toda influencia burguesa, vamos, a
cualquier tipo de modernismo vanguardista, como la dodecafonía, o el apego al
formalismo, siempre entendido como rechazo de las formas clásicas y el carácter
popular de la música. Y es que los “auditores” de la música soviética exigían a
los compositores la realización de una música simple y comprensible para el
pueblo[5]. Todas las composiciones musicales debían narrar
fielmente el proceso de consecución de una sociedad socialista, la formación
del nuevo hombre soviético.
Pero, tal como apunta Fubini en La
Estética Musical desde la Antigüedad hasta el Siglo XX[6],
a ojos de los críticos más avezados contra el régimen, todas estas directrices
de los concienzudos burócratas soviéticos llevaban aparejadas un gran problema
estético:
Si la dodecafonía y la
vanguardia en general se condenaban por no poderse percibir con facilidad por
los oídos del pueblo y, sobre todo, por provenir del mundo capitalista –del que
eran fiel reflejo-, las formas más “correctas” en que se expresaban –y en que
deberían expresarse- la música soviética y la de los demás países socialistas
no podían ser otras que la sinfonía, el cuarteto, la cantata, la sonata, etc.,
es decir, ni más ni menos, las formas canónicas del siglo XIX. Ahora bien
¿acaso no fue la sociedad burguesa la que inventó y la que utilizó estas formas
clásicas en el momento de su mayor florecimiento?[7]
Más adelante se verá como logrará escapar el
estalinismo de estas aporías. Por el momento sólo tratamos de insinuar el
camino que se trazó a partir de las citadas resoluciones del partido y que
marcarían la trayectoria de nuestro compositor, en cierto modo, obligado a
abandonar los caminos iniciados en el periodo anterior a la polémica de Lady
Macbeth, muy vinculados a la vanguardia rusa de la época.

Privado de formas propias
de expresión, el patriotismo comunista, impuesto al gobierno por la fuerza de
las circunstancias (“Du glaubst zu schieben, und du bist geschoben”), ha
encontrado expresión, por el camino de la subversión, en una de las más puras
obras maestras de la música rusa clásica, que había sido concebida y compuesta
en otras circunstancias y que revestía un sentido completamente distinto[9].

[1]
Cfr. Luhmann, N. "La clausura operacional de los sistemas
psíquicos y sociales", en
Fischer, H.R. y otros, El final de
los grandes proyectos, Barcelona: Gedisa, 1997.
[2]
También podríamos utilizar el término “cercamiento” que viene ejemplarmente
descrito en capítulo XXIV del Capital de Karl Marx: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm.
[3]
Ibíd. Pág. 116.
[4]
Vinay, Gianfranco, Op. Cit. Pág. 37.
[5]
Ocioso es volver a remitirnos al artículo Caos en vez de música.
[6]
Fubini, Enrico. Madrid: Alianza Música, 1990
[7]
Op. Cit. Pg. 408.
[8]
Stravinsky, Igor. Barcelona: Acantilado, 2006.
[9]
Ibíd. Pág. 104.
[10]
Maiakovski, Vladimir, Op. Cit. Pág. 40.
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