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...pero el revisor los apea a mitad de camino, por escandalosos... 2



Pero con el tiempo, el régimen se fue estabilizando en el poder y, a la par, cada vez más amplios círculos de intelectuales, que antes estaban en contra del régimen, se fueron sumando a su causa. Es en este momento cuando la vanguardia rusa perdió su estatus. Este hecho coincide con la NEP, la nueva política económica, que trajo consigo un nuevo mercado artístico y una nueva demanda de lectura por parte de la nueva burguesía de la NEP, a la que la vanguardia era ajena tanto estética como, aún más, políticamente[1]. En este contexto nacieron uniones artísticas de talante más tradicional, como la AJRR (Asociación de Artistas de la Rusia Revolucionaria), la RAPP (Asociación Rusa  de Escritores Proletarios) y la RAPM (Asociación Rusa de Música Proletarios), que combinaban procedimientos estéticos tradicionales y la consigna “aprender de los clásicos” con la retórica y la técnica vanguardistas de acusar  a los adversarios de tener una orientación políticamente contrarrevolucionaria[2]. Por otro lado, la vanguardia radicalizó sus posiciones en torno a la revista LEF modulando desde las propuestas constructivistas a las productivistas:
¡Constructivistas!
Tened cuidado de no convertiros en una escuela estética. El constructivismo artístico solo es igual a cero. La cuestión que se plantea es la de la existencia misma del arte. El constructivismo debe convertirse en el laboratorio de estudios de toda la vida. El constructivismo como expresión de borregos es una estupidez.
Nuestras ideas han de desarrollarse aplicándose a las cosas actuales.
¡Artistas productores![3]  
Podemos suponer que con este paso la vanguardia “vende su alma al diablo”. Lo que en un principio suponía el cuidado de una esfera autónoma de la estética, tal como aparece en la conferencia de la Proletkult de septiembre de 1918, donde se dice que el movimiento de esclarecimiento cultural del proletariado debe ocupar un puesto autónomo junto a su movimiento político y económico[4], dos años después se convierte en esto: el trabajo político y el trabajo de esclarecimiento en el campo del arte no pueden separarse uno del otro; han de considerarse como un todo unido[5]. La consecuencia de esto es clara. El artista ya no se convierte en un creador autónomo de un mundo nuevo, sino que pasa a convertirse en un mero obrero entregado a una causa extemporánea a la que se presta sin condiciones. Es por tanto, en ese momento, cuando la figura del Partido emerge como ese Gran Otro que ordena y somete a sus súbditos. El propio Maiakovski muestra esta subordinación del arte al Partido, a la política:  
El arte no nace siendo arte de masas, lo será después de mucho esfuerzo; después de realizar un análisis crítico que determinará si su utilidad es permanente y efectiva, y sólo se difundirá bajo los auspicios de la organización del partido o del gobierno en los casos en los que esa utilidad se hay hecho evidente[6].
El partido, pues, terminará teniendo la última palabra en materia de arte, bajo el criterio de utilidad para el pueblo. En cierto modo, el arte de la vanguardia pasó a convertirse en mera propaganda del Partido, a pesar de que ellos mismos seguían creyéndose el motor de los cambios sociales y políticos que se estaban llevando a cabo.

Según Groys, unos de los pecados de la LEF fue el obviar que los materiales con los que trabajaba, fotografías, material de periódicos, lejos de reflejar la vida con toda su pureza, no era más que el resultado de manipulaciones llevadas a cabo por los medios de comunicación de masas que, por supuesto, estaban en manos del Partido. Todas esas fotografías y artículos eran percibidos acríticamente por los del LEF como material de la vida misma sobre el que les correspondía comenzar el trabajo creador, pero que, al margen de este trabajo, estaba en bruto, era primario[7]. Todo esto lleva a pensar que las vanguardias se entregaron al poder político sin reservas pensando que tarde o temprano sería su estética la que finalmente se convertiría en guía de toda la sociedad comunista. Por ello miraban con desprecio altanero a los miembros de la AJRR ocupados simplemente en ilustrar las indicaciones del Partido con los medios del cuadro tradicional, en un “arte de ideas” que no aspiraba a una tarea estética independiente[8].
La vanguardia rusa consumó su derrota a finales del los años 20´. Quizás el suicidio de Maiakovski simbolice, más que nada, esa derrota.


[1] Groys, Boris, Op. Cit. Pág. 61.
[2] Groys, Boris, Op. Cit. Pág. 63.
[3] Gónzalez, Ángel, et al (eds.),  ”El LEF pone en guardia”, en Op. Cit. Pág. 300.
[4] Op. Cit. Pág. 258.
[5] Op. Cit. Pág. 261.
[6] Maiakovski, Vladimir, Una bofetada al gusto del público, Jaén: Mono Azul editora, 2009. Pág. 40.
[7] Groys, Boris, Op. Cit. Pág. 71.
[8] Ibíd. Pág. 72.

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